Agustín siempre se sintió atraido hacia el tema – problema que podríamos formular así: ¿por qué existe el mal en el mundo?. En un primer momento, durante su juventud, creyó encontrar la respuesta en el Maniqueísmo, secta seudo cristiana fundada por Mani. Después de algunos años abandonó esta escuela filosófica al percatarse de las contradicciones y soluciones demasiado simplistas que esta doctrina daba al problema que preocupó siempre a Agustín.
Una vez convertido al catolicismo, encontró en las Escrituras la solución al problema, elaborando así Agustín su propia respuesta filosófica.
INTRODUCCIÓN
Un problema siempre es la difícil conciliación de dos verdades discutibles que aparentemente se excluyen. En el problema que abordamos estas dos verdades son: la libertad del hombre y el señorío de Dios y su gracia.
La solución agustiniana al problema se basa en una concepción peculiar de la libertad. La definición que da san Agustín de la libertad comporta dos elementos: autodeterminación de la voluntad y orientación al bien.
La voluntad es un riesgo pues se puede hacer buen o mal uso de ella, pero funda la grandeza del hombre.
Una piedra cuando cae busca su “lugar”, pero sin saberlo ni quererlo. El hombre por el contrario ha de ir a Dios que es “su lugar”, su fin, de modo consciente y voluntario. A esta voluntad Agustín la denomina: libre albedrío.
LIBRE ALBEDRÍO PARA EL BIEN
El libre albedrío no es un valor absoluto, está encaminado a un fin: el bien. El hombre posee una esta libertad radical e inicial llamada libre albedrío para alcanzar su fin: Dios, sólo así será verdaderamente libre (con Libertad). El hombre está destinado a Dios pues de Él salió y a Él debe volver, si no orienta el libre albedrío hacia ese fin queda frustrado, incompleto, infeliz: “Nos has hecho Señor para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”, afirma en una célebre frase de las “Confesiones”.
DOS TESIS AGUSTINIANAS
- El libre albedrío o voluntad del hombre es incuestionable, y negarlo equivaldría a decir que el hombre no es hombre
- La gracia confiere al hombre la libertad. Por la gracia el libre albedrío alcanza la libertad
El libre albedrío no es valor absoluto sino relativo (referido a) a la consecución del fin. Se trata de estar liberados de los obstáculos que nos impiden alcanzar nuestro bien. El esclavo era aquel cuya acción estaba dirigida por otro a un fin ajeno, la determinación y finalidad de la acción, su por y su para le eran ajenos, por eso era un hombre alienado, enajenado.
En cambio, el hombre libre, en su acción busca su propio fin y lo busca de modo consciente y voluntario.
Si el fin de mi acción no es mi bien, mi acción es servidumbre, si es mi bien, mi acción es libertad.
Para que el hombre sea libre con libertas, se requiere que además de estar autodeterminado (tener el dominio del propio acto), el acto vaya orientado al fin propio, o sea, no es libre el que quiere cualquier cosa (éste sería siervo) sino quien quiere lo que es su bien. A estas alturas debemos dejar sentado que en Agustín el Bien es Dios.
El solo libre albedrío no es todavía libertad, libertad implica ordenación al fin, voluntad del Bien. Quien orienta su voluntad a un fin ajeno es esclavo, porque sirve a cosas inferiores a él o a seres iguales a él.
Todos tenemos la voluntad natural de felicidad, la felicidad es definida por Agustín como “gozo por la verdad”, y la verdad es Dios o remite a Él. Por tanto, desear la felicidad es implícitamente desear a Dios, Verdad y Realidad plena, Dios es por tanto el fin del hombre. Si Dios es el fin del hombre, es su señor. El hombre será libre (con libertas) cuando consciente y voluntariamente se oriente y dirija hacia su fin. Será siervo, cuando consciente y voluntariamente (con libre albedrío) se oriente y dirija a un fin distinto.
Paradójicamente Agustín dirá: “sólo es libre quien sirve a Dios”. La razón: porque Dios es mi fin, mi bien.
En cambio, quien no sirve a Dios no es libre, porque sirve a un señor que no es el suyo.
No pensemos que quien rehusa servir a Dios no sirve a nadie y no tiene señor: es siervo de la imagen equivocada que se hace de sí mismo. Por tanto la alternativa es: servicio o servidumbre. Solo es libre quien sirve a su señor, quien quiere su bien, quien se somete a la verdad de su ser, y el hombre es un ser – para –Dios: “nos hiciste Señor para Ti”
Para Agustín el pecado fundamental, raíz de los demás, consiste en la soberbia, la voluntad de evadirse del servicio de Dios. Y el pecado no libera sino que enajena y esclaviza.
LIBRE ALBEDRÍO, LIBERTAD Y GRACIA
El hombre, después del pecado original, no puede sin un auxilio gratuito de Dios querer su bien ni servir a su señor. Antes del pecado original el hombre era libre con libertas pues podía no pecar, pero eso se perdió, por lo que ahora al hombre sólo le queda el libre albedrío.
El hombre con el libre albedrío ha podido caer, pero no puede levantarse y volver a Dios solo, necesita el auxilio divino, el cual se llama GRACIA. “El hombre puede sacarse los ojos, pero no puede devolverse la vista a sí mismo”.
El libre albedrío alcanza para pecar pero no alcanza para abandonar el pecado, necesita la ayuda de Dios.
El libre albedrío es condición necesaria y suficiente para el pecado, pero solo es condición necesaria (y no suficiente) para la salvación.
El hombre dejado solo, únicamente puede obrar el mal, para hacer el bien necesita de la gracia.
MANIQUEÍSMO Y PELAGIANISMO
El maniqueísmo afirmaba que el mal que hace el hombre, no lo hace el hombre sino el principio del mal que está en él. Agustín demuestra en sus obras anti maniqueas que el mal no es obra de un dios malo, sino del hombre libre. O sea, en contra de los maniqueos, Agustín afirma que el origen del mal está en el libre albedrío.
El pelagianismo sostenía que el pecado original no había dejado huellas negativas en el hombre, y que por tanto el hombre solo, con su voluntad era capaz de realizar el bien. En sus obras anti pelagianas, Agustín afirma que el solo libre albedrío no alcanza para hacer el bien, sino que es necesario el auxilio de la gracia.
Sólo con el auxilio de la gracia alcanza el libre albedrío su plenitud en la libertas. La gracia nos capacita para querer nuestro bien, para servir a nuestro Señor. Sólo por la gracia podemos ser Libres.
¿CÓMO NOS LIBERA LA GRACIA ?
El hombre en el estado actual, perdida la perfección original , se halla sometido a dos fuerzas antagónicas: la atracción de Dios y la de sí mismo. Para amar a Dios que es el Bien y la Verdad , necesito que me sea deleitable, que me agrade más que los bienes finitos, ésta es la acción de la gracia: hacer que el fin, mi fin, me agrade de modo que lo quiera eficazmente.
El justo es aquél al que le agrada más no pecar que pecar, y hace el bien no a la fuerza sino voluntariamente con libre albedrío, la gracia no arrastra, no obliga, solo atrae. No es que Dios quiera en lugar del hombre, es el hombre quien quiere bajo el influjo de la gracia, por tanto el acto bueno es a la vez hombre y todo de Dios. No pensemos dice san Agustín que el hombre solo, llega hasta un cierto grado de bondad y que luego Dios le ayuda para que llegue más arriba. No. Todo lo hace Dios... y todo lo hace el hombre (dado que lo hace voluntariamente).
Una consecuencia importante de lo anterior es la necesidad de la acción del hombre, el cual ha de cooperar activamente con la gracia: “quien te hizo sin ti, no te salvará sin ti”
Una consecuencia importante de lo anterior es la necesidad de la acción del hombre, el cual ha de cooperar activamente con la gracia: “quien te hizo sin ti, no te salvará sin ti”
LIBERTAD Y AMOR
La gracia nos hace libres, por ella amamos a Dios que es nuestro bien y nuestro fin. El amor nos hace libres: “la ley de la libertad es la ley de la caridad”. Y solo la gracia nos capacita para amar desinteresadamente o sea, amar verdaderamente como ama Dios, liberándonos del amor egoísta que quisiera hacer de Dios y de los demás un medio para alcanzar la propia felicidad. (Sobre esto ha escrito el actual Papa Benedicto XVI en la Encíclica : “Deus caritas est” -enero 2006- distinguiendo el amor erótico del amor de ágape, en el 1ero, el centro aun soy yo, en el 2do el centro es el otro)
UNA CUESTION NO RESUELTA
¿Por qué a unos les deleita más hacer el bien y a otros el mal?
A esta pregunta, verdaderamente profunda e importante, unas veces Agustín confiesa que no tiene respuesta y que nos hallamos frente a un misterio. Otras veces responde: si les gusta más el pecar es culpa de ellos pues son soberbios y no oran. Pueden orar para conseguir que la delectación del bien sea superior a la del mal. Pero orar es un acto bueno, por tanto es necesaria la gracia para querer orar y para orar de hecho, por lo que estamos en un proceso hasta el infinito. Probablemente sí, aquí Agustín ha dejado algo sin respuesta, aunque en algún momento parece afirmar que el hombre con el solo libre albedrío puede pecar u orar, entendiendo el orar más que como una acción, algo activo: oponerse a Dios, mientras que orar sería algo más bien pasivo, dejar de oponerse a Dios.
¿DIOS ES LIBRE?
Si por libertad se entiende la elección entre el bien y el mal, Dios no es libre pues no puede hacer el mal, su esencia es el Bien, el Amor. Si dejara de amar dejaría de ser quien es.
Pero para Agustín libertad es otra cosa, es: ordenarse al fin voluntariamente, por tanto Dios es libre, en Él la libertad es plena, en los demás seres será mayor o menor, según cuánto y mejor se ordenen al fin. El hombre participa de la libertad de Dios. hay entonces grados en la libertad. Por eso los bienaventurados en el cielo son más libres que los que estamos en la tierra pues ya no eligen sino el Bien y se deleitan en Él, han alcanzado el fin para que el fueron creados.
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